miércoles, 23 de mayo de 2007

Sobre los dioses cotidianos

Sales del sueño y te encuentras vistiéndote a toda prisa al son que marca tu despiadado despertador... es curioso. La gente responde de manera curioso al timbre insoportable que marca el fin del reino de Morfeo. Una frontera cantarina (con menos gracia que una uña rascando la pizarra) que te sale al paso cuando menos lo deseas.

Dicen que la vida del adulto comienza cuando toma responsabilidades que afectarán su futuro... realmente empieza cuando se compromete con su despertador hasta el momento de la jubilación.
Todo adulto sabe que esto es verdad. Ya te van acostumbrando cuando asistes a los centros de formación, pero no es nada más que un ensayo: si omites a Mr. Arriba puedes conseguir un bochornoso momento de mofa de la comunidad estudiantil, pero realmente no va a importarte demasiado a los 10 minutos.
Cuando "deshonras a Despertador de la Muerte" vas a tener un día penoso, todo te va a salir mal, la comida estará horrible, si tienes pareja ándate con ojito y lo más seguro que te cortes con un papel (que anda que no escuece), te claves una grapa o cualquier cosa de la oficina... y no podrás ponerte ni una miserable tirita.
El dios vengador Despertador no conoce la palabra piedad... pero sí el concepto "sigue jugando", por eso vuelve a sonar al día siguiente.

Los grandes adeptos aprenden a despertarse 5 minutos antes para rendirle culto tocándole el botoncito...

Lo más curioso de todo es que siempre encontramos a estos diosecillos en sus altares en el hogar, al lado de aquellas cosas que más nos gustan, siempre cerca de las cabeceras de nuestras camas, vigilando siempre la frontera entre este Reino de Ruidos y el Otro...

Me pregunto cómo reaccionaría un Despertador ante la gravedad de Saturno.
Voy a llevar uno (el mío no, siento síndrome de Estocolmo) a la sala de despresurización, a ver qué tal lo lleva.

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