Feliz día de la Berenjena

Bueno, en primer término, una aclaración:
Cuando era pequeña no conseguía pronunciar verbena sin atascarme entre tanta sílaba misteriosa y siempre me salía berenjena. Era motivo de risas por parte de mis abuelos y es por eso que, de forma cariñosa, sigo llamando así al festival nocturno del 23 de junio.
(bueno, y porque la mayoría de veces sigo siendo incapaz de pronunciar verbena, al igual que digo candelario en vez de calendario y cosas así... no sé exactamente qué pasa en la azotea pero sea lo que sea está desordenado)

En resumen la noche bien, la cena bien, la bebida bien, la compañía buena.
Como estamos ya mayores y esas cosas a las 12 todos nos queríamos ir a dormir o a la cama (entended lo que queráis), la cuestión es que dábamos las fiesta por sentenciada. Menos mal que la juventud es siempre la juventud, llena de energías incompresibles y caóticas, maravillosas y deslumbrantes, que te hipnotizan, te atraen y te atan atrapándote en una vorágine de actividad desenfrenada que tiene como resultado la abolición total o parcial de la mayoría de vergüenzas.

Y así pasó:
Jara habló e hízose el despiporre.

En fin, cuando ayer desperté casi a las 12 del medio día lo primero que hice fue contar las horas de sueño (de 4 a doce van 8, menos algo porque no eran las 4 sinó más tarde... o más pronto... ugh, me estoy liando... es igual, ale, a hacer cosas), lo segundo la cantidad de berridos, chillidos, gruñidos y demás sonidos curiosos que dimos la noche anterior a partir de la medianoche... así se celebra la entrada del verano y el triunfo de la luz sobre la oscuridad: desafinando hasta lo inaguantable, haciendo el ridículo hasta traspasar la frontera de lo insensato, bailoteando sobre el suelo de lo absurdamente desternillante.

...

y encima lo pasamos bien...
Supongo que debo estar agradecida a Jara, pues sin su juvenil influencia nada de eso habría pasado... claro que tampoco llevaría 2 días afónica pero total, para lo que acostumbro a decir...